lunes, 14 de marzo de 2011

Un vestido de novia

De unos meses para acá todas se están casando, van cayendo como moscas.Algunas más enamoradas que otras, éstas gastando más plata que aquellas y todas, eso sí, vestidas de blanco.

Lo acepto, alguna vez me puse la funda de la almohada en la cabeza para jugar a que me casaba ( y no te hagas la loca que tú también lo hiciste). Lo acepto, también enrollé un sweater de un modo indescifrable, pero que por aquellos días me salía de lo más natural, para lograr un bulto muy similar a un bebé embojotadísimo para que no pasase frío (y todo esto en un patio de recreo sin techo que se calentaba a temperaturas insoportables entre las 10 y las 10 30 am). Acepto además que cuando era peque jugué a que mataba criminales, a que era doctora, pero sobre todo jugué a la casita y una vez, muerta de risa, me separé de él por infiel (que además no había ningún él, porque el mío era un colegio de monjas con puras mujeres, así que podría decirse que oficiamos los primeros matrimonios homosexuales del país... nosotras rompíamos esquemas).

Sin embargo, hay cosas que no cambian, hay impulsos que a uno, por inadaptado a ser quien uno realmente es, le persiguen para siempre. Basta con abrir una revista de bodas por ejemplo, esa pesada compilación de avisos, bouquets, tendencias en centros de mesa y listados de compañías vendedoras de tequeños, para descubrirse a uno mismo soñando con vestirse de blanco. Ese día único en el que te descubrirás virginal (je je) ante una multitud de seres queridos/criticones de oficio, con ese perlado y cargado de cristales trapo que desde siempre te seduce, te guiña el ojo, te promete que sí es posible perder los kilos suficientes para embutirse en un apretado corset y en una noche tan linda como ésta, hacer todos tus sueños realidad... Si vas de blanco, claro está.

Mientras zigzagueo los dedos a través de las paginas de terso glassé, como jugando "policías y ladrones", mi propio alguacil brinca de susto, se para firme y grita: pero Nataly, ¿a ti que te pasa? si tú ni siquiera crees en dios y mucho menos en arrodillarte con cara de gafa para sacarte fotos en pose orgasmo interrumpido, es más, !tú ni siquiera tienes novio! y sale de su guarida aquel ladrón vanidoso para aclarar: ¿quién te ha dicho a ti que dios o el novio tienen algo que ver? a ella lo que le importa es el vestido...

Y yo que en mi mente soy apenas un transeúnte, no grito auxilio ni pongo cara de estupor, simplemente termino de rasgar la página en la que está el vestido de novia perfecto para mí, blanco de corte sencillo, tiras gruesas, escote pronunciado y falda larguísima, porque quién quita y un día de éstos me da por ahí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario