martes, 25 de octubre de 2011

Los vecinos

¿Y si hay un terremoto y ese edificio se cae? Pregunté cuando pequeña, ¿y si los que nos caemos somos nosotros? ¿Y si el edificio entero termina por convertirse en chola, y cae sobre el barrio aplastando casitas y casitas, como  si fuesen cucarachas? Peor ¿Cómo se sentirá ser una cucaracha?
Por Nataly Urbáez
Aquellos muebles grises eran mis favoritos, pues su tela rugosa era un placer carrasposo que yo dejaba colar a propósito entre los dedos de mis pies, por la cara, en el tabique de la nariz. Con esa textura iba haciéndome rasponcitos que disfrutaba en silencio. Por las noches, me acostaba bocabajo con las piernas y los pies descubiertos, a punto de convertirme en gato intentaba descifrar qué nos acechaba tras la rendija de la puerta, quién podía treparse por la ventana, escabullirse entre las rejas y asfixiarnos con la almohada.  Todo, porque desde aquellos muebles, se podía ver el patio.
Con el tiempo, cuando alcancé a mirar por mis propios medios, asomarme hasta más allá del patio, hasta el barrio, se convirtió en rutina. Porque mi edificio, como todos los edificios vecinos, están ubicados como suicidas, al borde de un precipicio en el que no tardaron en pulular los ranchitos. Yo los miraba, entre esperar el ascensor o las comiquitas, y mientras todo el mundo en las noticias hablaba de lo mal que se estaba ahí, yo veía que si querían escuchar música, juntaban 15 cornetas en la redoma y le daban play. Que si querían darse un baño, manguera en mano y en pantaletas se montaban en la platabanda y-agárrate-mamita-que-esto-es-mejor-que- ir-pa’-Turiamo. Vi que disfrutaban de todas las pelotas que nadie jamás se atrevió a buscar.
Entre aquellos edificios y nuestras torres grises, cabía un mundo entero lleno de libertades, árboles de mango y perros al que yo nunca me he aventurado pues, aunque queda justo enfrente, aunque quise sacarle fotos al árbol talado, aunque fueran vecinos, nadie quiso explicarme cómo entrar. Me conformé entonces con mirarlo y atesorar, como un dije, una bala inconclusa que se había hecho camino hasta el patio.
Aquella tarde, que era como las de los noventas, pero ayer, jugábamos cartas -porque antes de los pelos, del internet y de los novios, eso era lo que hacíamos-  hasta que el grito nos detuvo. En la terraza del edificio de enfrente –salón de fiesta improvisado para las quinceañeras más atrevidas- un hombre gordo sin camisa se paseaba con un niño en brazos por la cornisa.
El viento, una cerveza, quizás la suerte, hizo que aquél hombre quedara colgando con el niño en la otra mano. Más gritos, viene corriendo un segundo hombre sin camisa que intenta recoger al bebé. No lo logra, es torpe, y en su testarudez apenas alcanza a persignarse en la caída, escuchamos su cráneo reventando contra el cemento, hace ¡crick!. Le sigue el niño que se resquebraja en el patio como una cáscara. El hombre gordo llega en tercer lugar sin que nadie a lo escuche o lo lamente.
Las pequeñas gotitas de sangre que salpicaron nuestras narices, fueron menos desconcertantes que la sobremesa. Inmediatamente estuvimos todos mezclados en el patio sin saber qué hacer, con quién hablar o con quién no hacerlo. Reporteros, familiares, chismosos y  ladrones vinieron de todas partes y, antes de poder negarnos, los Oficiales de seguridad habían resuelto colocar los cadáveres en nuestra casa hasta que llegara la ambulancia. Sin saber  qué hacer, corrí hasta la cocina para preguntarle a mi papá qué haría él y sonriendo me dijo “No lo sé, de verdad que no lo sé, esto tienes que resolverlo tú, ¿tú no eres quien los mira?”, giré para impedirlo pero era tarde, los pedazos restantes ya sangraban en mi comedor. Con prisa arrastré los restos para encerrarlos en el cuarto, pasé la cerradura y les grite a los guardias:
-¿Por qué traen a éstos para acá? ¡Llévenselos! No queremos esto en la casa.
-¡No señora! Estos cuerpos tienen que quedarse acá hasta que llegue una comisión forense. Lo que pasó no fue por accidente, eran los azotes del barrio y esa gente los quería muertos. Si nos los llevamos nos matan a nosotros...
-Pero ¿entonces qué tengo que hacer? pregunté
-Quién los haya matado volverá para comprobarlo.  Me cortaron el reclamo y se fueron.
Sorprendida con la respuesta, abrí la puerta y encontré que ahora las camillas estaban vacías, más allá, la ventana abierta retrataba el Ávila... temerosa, di un paso adentro para cerrarla, pero él, colocándose detrás de mí, me tapó la boca y susurró “yo también te he visto”, se escuchó un leve !crick! y ya no pude mirarlo más.

domingo, 31 de julio de 2011

La primera

He perdido muchas cosas. Dejé atrás la puerta de la casa de mis abuelos.
Dejé atrás el jugo de guayaba
Las coronaciones de la virgen
Y te fuiste tú
Yo, por supuesto, pensé que dejarte era una invitación.
Pensé como tú que era una oportunidad.
Pero hoy, que vi que a mi mamá le faltaban dos dientes en la sonrisa si tú no estás.
Que mi hermana mayor no es la mayor si tú no estás.
que mi papá no se ríe tanto como si estuvieras tú.
entendí que chile es más lejos que las distancias
comprendí de esas estupideces que uno cuando pequeño cree que son importantes,
Hoy no estabas tú y todos nos miramos diciendo: te quiero.
que uno no está completo si no es el tercero, o el cuarto o el octavo, si tú no estás.

Cómprate un perro haz el favor.

jueves, 16 de junio de 2011

El placer de mecerse


Mecerse es rico. Mi abuelo, cuando se sienta en la mecedora a leer el periódico, empieza por carraspear, pero en vez de cantar zarandea las hojas, enderezando de un solo golpe todas esas rayitas, colores y cuadraditos que le hacen encoger de hombros, mirar extraviado o reirse, incluso todo a la vez. De pronto, sus arrugas se le agolpan en la boca y comienza a roncar. Ahí es cuando yo aprovecho para meterle un dedito en la oreja y echar a correr. Aunque siempre me alcanza.

Mi abuela, en cambio, aprovecha para mecerse cuando me levanta igual que a un trofeo después de haber exterminado juntas a la última hormiguita de la cocina. ¡Pobres hormiguitas! No tenían la culpa de mis zapatos nuevos. Ella, cuando quiere ver televisión en “sana paz”, aquellas cosas que por chiquita no puedo (como su pintura de uñas roja o sus collares bellos y la tierra de las matas) me dice: ¡mánonos! y viene y me lleva de la mano hacia la cama, me estampa un tetero en la boca y me mece dándome golpecitos en la espalda. Yo me voy, me voy resistiendo hasta que me apago, hasta que todo mi cuerpo se va de lado, y mi boca, casi lanzando un beso, se entreabre renunciando a chupar.

A mi papá creo que lo duermen igual que a mi. No puede estar de pie ni cinco minutos sin mecerse. Como un porfiado, se va hacia el frente, luego, con calma, se va hacia atrás, cuando por poquitico se cae, vuelve de nuevo hacia mi, luego, de nuevo, hacia allá. Finalmente su cabeza también cae a un lado y se duerme. Ahí dejo de llorar y lo dejo irse a descansar, aunque yo creo que, en realidad, se va a dormir.

Aquél día, volvíamos de la playa. Él llevaba sus shorts rojos brillantes a juego con el chevette. Yo, escondida del cansancio en sus brazos,  me despedía de la arena que no logró venirse con nosotros, y desde la quemada pecosa en su hombro lo escuché decir: ¡pobre morrocoy!

Dos o tres pasos después, lo vi.  Redondo, con sus cuatro patas hacia arriba, el morrocoy se mecía de un lado al otro, alargando el cuello, buscando ponerse cómodo; aquella peña se arrullaba para poder dormir, ¿qué tenía de malo un morrocoy con sueño? Yo también disfruto de una siesta pensé y, entrecerrando los ojos, fuimos perdiendo a aquél morrocoy y a esos dos señores que le rodeaban, tan preocupados de sus ollas, de la humedad, concentrados en invocar al fuego por medio de sus camisas y su baile bondadoso de pantalón arremangado, que no repararon en nosotros ni en la suplicante falta de almohada de aquél morrocoy. A lo lejos, sólo se le oía cantar.

N.C.U.C. 

martes, 7 de junio de 2011

Nudos más, nudos menos

No puedo contigo, con nosotros
me enseñaste los dientes, tus alas rotas,
y las quise, como a ti, sobre mí.
Dejé que desvistieras mi cuerpo con calma
contagiándome de histeria, de ausencia.

Sembraste juntos el placer y el miedo,
mientras yo, equivocadamente, te ayudé. 
Envanecida te dejé ponernos fecha, 
y que tus pies se convirtieran en los míos.

Ahora eres mi más grande censura,
siempre infiltrado en cada copa, en cada amigo,
en las aceleraciones cardíacas, en lo que vendrá...
te he encontrado espiándome en el despertador
en los abrazos de buenos días que no son tuyos.

No puedo contigo, con nosotros y la canción
a la que nos entregamos haciéndonos nudos
porque tú, justamente tú, me faltas,
como la cordura, porque yo lo quise así.





domingo, 22 de mayo de 2011

Canción de cuna

Lo importante es dejarlo dormir.
Anestesiado, no puede romperlo todo.
Manténlo así, abrigado, con manos atadas
evitarás que arañe su rostro o te aparte de él.

Es necesario mantener el silencio,
velarlo con calma, como si fuese un engaño,
hacerle perder entre almohadas, los efectos del cariño
o te morderá con rabia por extraviado.

Hay que arrullarlo sabiendo que no quiere abrir los ojos,
acurrucarlo en sollozos si es necesario,
y darle un beso de buenas noches,
para luego dejarlo caer.

martes, 12 de abril de 2011

Un héroe como yuri

Para la historia del hombre, el recuento de aquellos considerados admirables, sería infinito de no ser por el empeño humano en sobrevivir. Es en el instinto de supervivencia en el cual subyace la pérdida de la heroicidad, del coraje, de la unicidad, pues, programados para cometer errores, dejamos que la naturaleza se apodere de aquél momento irrepetible en el que ni siquiera las estrellas, o las supernovas, o los agujeros negros pudieron tocarnos y regresamos a la tierra sin entender, que con ello también nos resignábamos a despedirnos de la superhumanidad, si es que tal cosa pueda ser, de los astros y de la eternidad. Regresando a casa les recordamos a los demás que seguimos siendo iguales a ellos, peor aún, les demostramos que somos incapaces de vivir como el héroe que fuimos esa sola vez.

lunes, 11 de abril de 2011

Grafito #2


Grafito #2
Por: Nataly Urbáez

Al despuntar el sol, cada miembro de su hilera de lápices, todos de terso grafito #2,  estaba listo para rasgar una hoja. Tras afilar lápices, lo segundo que más disfrutaba era escucharse hablar, pues su voz, muy parecida al ruido sordo del sacapuntas eléctrico, despertaba para ocuparlo todo, era verdugo del sueño ajeno, preparándonos al mundo y a mí para un día más de él. El impulso para ponerse en pie le tomaba usualmente tres carraspeos de garganta, luego de alcanzar la victoria sobre la vejez, acertaba a dar unos pasos para dirigirse a desgastar lápices. Me asombraba la fascinación con la que penetraba el sacapuntas haciéndolos morir bajo sus dedos. Apreciaba en su rostro el goce pleno, mientras que en su voz se oían suspiros apaciguados por el accionar del sacapuntas. Vueltos viruta, aquellos trozos de carboncillo renunciaban a ser una novela, a convertirse en poema de amor, a transcribir la dirección de un nuevo amante. Lo único que él deseaba para todos nosotros era que, como lo hizo él,  renunciáramos para siempre a existir. Así fue que me acostumbró a despertar antes del amanecer.
Repetía hasta el hartazgo que había fracasado; a la vez, enumeraba publicaciones, reediciones, entrevistas en una retahíla casi religiosa que culminaría, si pudiera, en un sagrado “gracias por los premios recibidos”. Yo dejaba que su homilía me envenenara poque sufrirle me hacía feliz. No conocía nada fuera de él y aunque tuviera uñas anaranjadas por tanto fumar, era adicta a sus formas, a su delgado miembro que sacudía dentro de mí al finalizar cada cena, aquello siempre fue un intento de domesticarme pues su placer  estaba unido a mi derecho a comer. Cuando me hacía tragar se aclaraba la garganta, esta vez para hacerme entender que estaba bajo su control. Había dispuesto, además, que en nuestro reducido hogar de ventanas cerradas, mi mayor alegría fuera escucharlo hablando, gritando, o gimiendo. Consiguió que mi acto más heroico fuera suplicar un paseo nocturno, hasta la esquina, sin represiones a mi comportamiento sexualizado.
Un día me sacó de la cama y, sin comprender el por qué, aprendí a arremolinarme entre sus pies para mantenerme cerca sin molestarlo. Cuando pasó del acostumbrado ronquido al canturreo supe que algo había cambiado. Pronto se acabó la gran función: el abrebocas de la cena y mi condicionamiento habían perdido el encanto. Esto, en principio, acortó mis horas a su lado, aunque seguíamos compartiendo casa,  aunque su ausencia me alargara cada hora, la depresión terminó por hacerme dormir, incluso más allá del amanecer. Luego, el poder rastrearlo en cenizas viejas de cigarrillo, apoderarme de él entre camisas sucias o en una pantaleta extraviada que sabía aún a él, me hizo recobrar el apetito, las ganas.
A mí, que por mucho tiempo lo escuché decir que nunca había tenido una amante como yo, que sólo junto a mí había vuelto a pensar en volver a sus letras, que lo hacía feliz y que siempre estaríamos juntos, no fue su pérdida de interés la que me llevó a perder el control. Fue verlo alzar aquel lápiz y comenzar a escribir. Escribiendo no necesitaba de mí, en las palabras construía un mundo ajeno al que jamás me invitaría, un mundo de presentaciones, nuevos lectores, nuevas parejas, nuevos escuchas… Tendría que esperarle en casa, abandonarme en el balcón envuelta sólo por la espera de quien no vendrá. La primera vez que lo escuché correrme fue cuando empecé a entender. Yo también tenía hábitos molestos que lo alejaban de mí: una demandante necesidad de atención y mimo, la somnolencia, la belleza ausente por el tiempo y el mal comer. Aunque conociera cada uno de sus rasgos miserables, su necesidad de controlarlo todo ya su mundo no sería mío, estaba ahora lleno de otros perfumes.
Llegó el día en el que me puso de patitas en la calle. Deambulé hasta que el hambre me ganó la batalla y, rehusándome a volver, mendigué comida, dormí donde me agarró la noche, estuve expuesta a jaurías de otros como yo que abusaron de mí cuanto quisieron, pero seguí viva, aunque ya no me importara. Era eso en lo que él me había convertido, un receptáculo de humores, migajas, pulgas. Completamente negada a la idea de hacerme querer por otro, extrañando sus eventuales palmadas en la cabeza, decidí volver, arrastrarme si era lo necesario para que me aceptara en casa, para que de nuevo me abriera un espacio en su cama, para despertar con sus lápices amarillos, para dejarlo triturarme la vida apaciblemente, nublada, con la lengua pesada, repleta de él.
No me costó volver, dejé que el instinto me guiara en la locura de recordarle. La puerta de entrada lucia más grande que nunca, profunda, prohibida. Ya en las escaleras subí de un sólo golpe creyendo que el corazón me saldría por la boca, o peor, que la velocidad me haría aterrizar de golpe contra la pared, pensé que él estaría esperándome. Fantaseando me detuve en un escalón a esperar que el tiempo pasara, podía oirle en la cocina, escuchar su bamboleo de ollas viejas. Congelada, preferí ocultarme en el piso de arriba, luego, tras la portezuela del medidor de gas, guarida perfecta para aprovechar un descuido y llevando mi cuerpo al suyo recordarle que un día me quiso, recordarle que me regaló un collar de plata, jurarle que sería suya cuando él quisiera, que siempre le sería fiel y que perdonaría todo si me dejaba volver, porque eso era lo que yo más quería, perdonar.
Cuando la vecina salió a botar la basura, me colé hasta el balcón compartido.  Mi corazón podía escucharse en la distancia, la tristeza me quemaba los ojos. Escondida detrás de un mueble, sortée mi camino entre cajas de ropa y fui a parar a la habitación. Junto a la cómoda estaba aún el último suéter que me compró, sobre la cómoda: fotos recientemente enmarcadas, en el alféizar de la ventana sonreían retoños de flores, las ventanas estaban abiertas, se había acabado el olor a cigarro… Mientras me sentía caer, giré hacia el espejo y vi tan sólo a un despojo lloroso echado en el suelo. De una zancada me fui directo a su  mesa de escribir, derrumbé todo lo que estaba sobre ella: su portátil, sus manuscritos, sus libros, arremetí contra el maldito sacapuntas hasta que los primeros rastros de sangre me hicieron entender mi minusvalía, que su ruido, su misión y su importancia me superaban y que era otra la forma de obtener venganza.
Él creía que morder sus lápices le ayudaba a crear, yo sabía que le ayudaban a mentir. Delatada por el ruido me mantuve en cuatro patas, esperando lista para acabar con esta existencia sin dueño. Quería clavarle los lápices con la profundidad necesaria para dejarlo ciego, quería que después recordara los colores, que extrañara su colección de libros, quería que le gustara ser penetrado como tuve que aprenderlo yo. Quizás así se escucharía mejor a sí mismo, en su mundo interno del cual sería ahora un preso sin retorno. Quería que como yo, en lo único  en que pensara al amanecer fuera en sus lápices. Afilados, de madera astillada y mordida, de color amarillo gastado, pero al verlo de pie frente a mí, protegiendola con una silla, supe que el olvido había lavado en él mi recuerdo, que a mordidas jamás iba a poder hacerle entender cuánto deseaba servirle. Derrotada, dejé que me golpeara, que el choque de la silla contra mi sien me durmiera para siempre. Aullando me arrastré hasta la sala, mis esperanzas, si es que un perro puede tenerlas, estaban ahora puestas en el balcón.


jueves, 31 de marzo de 2011

Una chica fácil

Nadie parece respetar a las chicas fáciles. Esas mujeres que deciden qué les gusta, cómo, cuándo y dónde.  Arpías antinatura, contraculturales, que tienen la arrogancia de ir por ahí conectando las cosas que desean hacer, con las cosas que HACEN.  Son esas "tipitas", esas que beben Solera verde en vez de vino champanizado, las mismas que beben directamente de la botella, de esas es que hablaré hoy.

Lo primero que debemos entender es que una mujer, una que se precie de ser una dama, TIENE que ser como ochocientas cosas a la vez, todas aburridas. Por su parte los hombres PUEDEN ser, ellos decidirán ser buenos padres o no, bailar, cocinar o, casualmente, descubrir cómo ser buenos en la cama, o no. Ellos deciden si quieren ser caballeros, mientras que yo, siempre yo, tengo que, muy modosita, aprender a servir la mesa, ser una devoradora compulsiva de lingerie, maquillaje, cera caliente para depilación y de artículos cuyos nombres varían entre "complace a tu pareja", "su punto G y cómo descubrirlo", "¿cómo reanimar tu relación?", "lo que no sabías sobre los vegetales" y encima, si soy yo la que tiene unas ganas enormes de que se lo metan, quedarme mira: shhh, tranquilita, mansita, mira: como si no hubiera pasado nada. Yo TENGO que hacerme la difícil.

Yo no quiero hacerme la difícil, yo soy fácil. Yo quiero enamorarme, emparrandarme, probarlo todo alguna vez en la vida, yo quiero llegar a vieja teniendo una cantidad inmensa de historias que contar, yo soy coleccionista y no me cuadra eso de que cada vez que aparezca alguien que me guste, tenga yo que estar jugando a sacarle la piedra para ver si me valora o no.

¿Si me tardo 1 año en dártela me vas a valorar de verdad? ¿sí? porque si te tardas un año entero en hacerme confiar en ti, como que no valía la pena esperar ¿no crees?

En cambio, si nos acostamos dos horas después de conocernos ¿automáticamente me convierto en una chica fácil?,  ¿en qué te convierte esto a ti? ¿en un héroe de la seducción? Ojalá fuera yo una chica fácil, si yo lo que soy es complicadísima, enrollada, problemática y divertidísima, galas de las que no gozan las mujeres sencillas que se visten de flores anhelando, equivocadamente, hacerse panas de ti mamá,  digo equivocadamente por que, en resumidas cuentas ¿sabes quién tiene que haber sido alguna vez una chica fácil, regalada, húmeda y lujuriosa? justamente, TU MAMÁ.

lunes, 28 de marzo de 2011

En 25 lineas o menos

Cuando se miró al espejo se dio cuenta que ya no era la misma, los años habían hecho mella en su rostro que, aún hermoso, dejaba entrever el lamento inconsolable de quién lo ha perdido todo y sigue vivo. Él, había partido hace dos meses y ni su juventud, ni su belleza indiscutible, ni su talento como actriz, ni sus dos hijos lograban hacerla sentir mejor, tampoco las pastillas para dormir, ni la promesa de Dios. Ella, sencillamente quería morir. La pelea de aquella noche había sido por el mismo tema de siempre: la diferencia de edad entre ambos les distanciaba y entre las cosas que él reclamaba, se encontraba el que la vida de ella ya estuviera a medio andar, no había espacio para él ni siquiera en las fotos felices. Ella con su presencia lo llenaba todo, aunque así, sintiéndose como una mosca a medio morir, reflejaba todo lo contrario.

Perdida en en aquél vídeo, en su perfume y en las 3 prendas de ropa de él de las que no había logrado deshacerse, Cibele se quitó la ropa y así, desnuda, recordó las muchas veces que se había hecho dueña de su cuerpo. Él había jurado que la amaría para siempre, gritaba y golpeaba el espejo entre ahogos. No es así que viven las mujeres bellas, pensó. Frustrarse es una emoción pensada para otra gente, no para ella que cubriéndose en el suelo con la franela gris, quería consumirse, arrancarse el tatuaje del brazo a mordiscos y su recuerdo a como diera lugar. Logró ponerse en pie y como pudo corrió hasta el balcón, se trepó a la baranda y sin pensarlo se dejó caer de frente para poder besar el mismo asfalto, contra el que él decidió morir hace dos meses ya.

Dedicado a Cibele Dorsa, que ayer decidió saltar.  

domingo, 20 de marzo de 2011

El descubrimiento

Quería llegar a ti con mi bandera y plantarla en tu boca
conseguirte despoblado, inhóspito, voraz
quería explorarte, hacer de ti mi tierra santa
nombrar juntos las constelaciones y dejarte gobernar.

Quería acercarme a ti para colonizar
saquearte entero para volverte a descubrir,
quería prenderte en llamas, sembrar el miedo
ser de todos tu peor recuerdo o el mejor.

Quería surcar en ti cada espacio
removiendo tu plexo hasta encontrarme,
ser quien valiente se aventura por selvas nuevas
para categorizar  insectos o quizás morir.

Quería llegar a ti para hacerte jurar contra tus dioses
fundar fronteras, barrer mares, decir que eres mío,
quería ser la capital, ser una primera vez
sufrir juntos tus caminos y los míos.

Quería desembarcar en ti con calma
sin avizorar ruinas, o espirales de humo,
sin escuchar coros que gritaran !al fin libre!
o descubrirte armado con piedras.

Quise entregarme a ti para volcarme a la conquista,
subyugar tus modos perdiendo los míos,
pero fueron  tus pobladores o quizás fueron sus flechas
quienes me condujeron de nuevo al mar.

Para José Luis.

lunes, 14 de marzo de 2011

Un vestido de novia

De unos meses para acá todas se están casando, van cayendo como moscas.Algunas más enamoradas que otras, éstas gastando más plata que aquellas y todas, eso sí, vestidas de blanco.

Lo acepto, alguna vez me puse la funda de la almohada en la cabeza para jugar a que me casaba ( y no te hagas la loca que tú también lo hiciste). Lo acepto, también enrollé un sweater de un modo indescifrable, pero que por aquellos días me salía de lo más natural, para lograr un bulto muy similar a un bebé embojotadísimo para que no pasase frío (y todo esto en un patio de recreo sin techo que se calentaba a temperaturas insoportables entre las 10 y las 10 30 am). Acepto además que cuando era peque jugué a que mataba criminales, a que era doctora, pero sobre todo jugué a la casita y una vez, muerta de risa, me separé de él por infiel (que además no había ningún él, porque el mío era un colegio de monjas con puras mujeres, así que podría decirse que oficiamos los primeros matrimonios homosexuales del país... nosotras rompíamos esquemas).

Sin embargo, hay cosas que no cambian, hay impulsos que a uno, por inadaptado a ser quien uno realmente es, le persiguen para siempre. Basta con abrir una revista de bodas por ejemplo, esa pesada compilación de avisos, bouquets, tendencias en centros de mesa y listados de compañías vendedoras de tequeños, para descubrirse a uno mismo soñando con vestirse de blanco. Ese día único en el que te descubrirás virginal (je je) ante una multitud de seres queridos/criticones de oficio, con ese perlado y cargado de cristales trapo que desde siempre te seduce, te guiña el ojo, te promete que sí es posible perder los kilos suficientes para embutirse en un apretado corset y en una noche tan linda como ésta, hacer todos tus sueños realidad... Si vas de blanco, claro está.

Mientras zigzagueo los dedos a través de las paginas de terso glassé, como jugando "policías y ladrones", mi propio alguacil brinca de susto, se para firme y grita: pero Nataly, ¿a ti que te pasa? si tú ni siquiera crees en dios y mucho menos en arrodillarte con cara de gafa para sacarte fotos en pose orgasmo interrumpido, es más, !tú ni siquiera tienes novio! y sale de su guarida aquel ladrón vanidoso para aclarar: ¿quién te ha dicho a ti que dios o el novio tienen algo que ver? a ella lo que le importa es el vestido...

Y yo que en mi mente soy apenas un transeúnte, no grito auxilio ni pongo cara de estupor, simplemente termino de rasgar la página en la que está el vestido de novia perfecto para mí, blanco de corte sencillo, tiras gruesas, escote pronunciado y falda larguísima, porque quién quita y un día de éstos me da por ahí.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Vacaciones

A veces me gustaría tomarme unas vacaciones de mi misma. Dejar los kilos de más, las inseguridades de más, los conocimientos de más y los novios de más, guardados en una caja con cerradura, e irme por ahí disfrazada con la piel de otra a ver qué se siente vestirse de ciudad y nuevas oportunidades.

martes, 1 de marzo de 2011

Odio a los hombres de este país

Ser soltera tiene muchas ventajas. Me gasto mi dinero en mi, vivo mi vida ausente de sufrimientos por celos, demoras o la búsqueda de SU afecto. Por supuesto, me sufro la soledad como mujer que soy ( porque a ellos, en cambio,les enseñan a disfrutarla). Me sufro ver una película comiendo mi helado favorito sin alguien que me estruje hasta dormirme. Me sufro tener ganas de inventar con la ropa interior de encaje que compré y que lo único que coge es polvo en el fondo de mi cómoda.

Encuentro la felicidad escribiendo acá, haciendo brownies para matarme de serotonina o de diabetes, lo primero que venga, y trabajando. Trabajando porque al final, es lo único que le queda a una "desamparada" mujer como yo que jamás ha tenido una "pareja estable/príncipe de la colina" que tenga el panorama más claro  y que contribuya en mi búsqueda de la felicidad, así sea como espectador útil, así sea para interpretar el papel de la foca que aplaude, no. Yo no he salido con focas, he salido con puro macho criollo.

Me estampo contra el suelo de una piscina sin agua cada vez que escucho: sí, te quiero mucho, me gustas mucho, me encantas, pero hay algo de ti que no me cuadra. Pero por supuesto "mi rey", mi "papito bello", "mi gordito", DE BOLAS que hay algo que no te cuadra.

Tú, todo desempleado, creyente de que te mereces a una chica polar que quiera cocinar para ti, que quiera lavar tu ropa, que ansíe dormir incómoda en tu cama individual, que lo único que haga sea trabajar, echar pa´lante y tener fuerza en los muslos para reventarte en revoluciones pélvicas inimaginables...Tú, que de ñapa lo tienes chiquito, te bates el cobre de que YO no te cuadro. Pero por supuesto, si a ti lo que te cuadra es otro como tú.

Éste no es un país de homofóbicos, es un país de misóginos, porque así, muy en el fondo, ellos se creen tanto que son la tapa del frasco, que nosotras somos las que los embromamos, las que los amarramos, que nosotras somos unas cuaimas, que ya es hora de que empiecen a buscar el amor entre ellos y nos dejen sembrar país como es: a punta de baterías AA.

martes, 15 de febrero de 2011

¿De qué planeta eres tú?

LOS HOMBRES SON DE MARTE Y LAS MUJERES SON DE VENUS.

A partir de hoy me niego a creer que ustedes hombres son de otro planeta. Qué artificialidad tan ridícula venir a reducir todo a que su naturaleza es opuesta, es complementaria, a que ustedes se retiran a la caverna a pensar mientras nosotras tejemos florecitas y nos tomamos de la mano.

Este tipo de discurso lo que para mí realmente busca, es justificar la falta de madurez de todos nosotros.

No Nataly, él no es un inahbilitado emocional incapaz de comunicar lo que siente, no. Lo que pasa es que está en su caverna, tú sabes cómo son los hombres…Resignate, cálatela, porque ellos son así, y así van a seguir siendo.

Nataly maneja mal porque es mujer, los malos conductores son mujeres, ergo, los hombres manejan bien.

Nataly está llorando porque es mujer=las mujeres son muy sensibles= ser sensible es signo de debilidad=las mujeres son débiles/ Los hombres no lloran.

Pero y ¿cómo son? ¿ellos? ¿ellos y nosotras? esa ¿no es una fórmula para la guerra? ¿Tenemos que tender puentes interplanetarios para poder acercarnos? Con razón tanto guayabo, a mí jamás me reclutarían en la Nasa y de puentes sólo conozco el de las Fuerzas Armadas.

Lo cierto es que presuntamente, debo amar a esa cosa, que no se parece a mí, que no siente como yo, que se comunica  de otra forma y anhela otras más que desconozco, ese ser que se despierta todas las mañanas con ganas de meterlo, ¿a ése es al que tengo que querer? pero...si a mi me gusta es estar en la pradera con las otras venusinas bordando, para qué cuernos voy a querer a un trucutú que me va a joder Grey´s Anatomy con un partido del Inter?

Cómo va a ser posible la comunión con esos extraterrestres cachondos que en nada se parecen a mí, toda hija de venus, histérica, femenina, graciosa, ligera, hogareña, maternal... Que me acuesto a dormir pensando en casarme y sueño con tener hijitos y hacer torta de zanahoria hasta que el colesterol nos separe.

Me niego a seguir apostando a esta idea ridícula de que somos de distintos planetas, no me es útil andar analizándolos a ustedes así, , con ese lentecito tan pequeño, a ustedes que han sido tipificados como incapaces de emociones, implacables, fuertes, leales, porque, de un tiempo para acá, empiezo a sospechar que ustedes y nosotras nos parecemos y queremos las mismas cosas, lo que pasa es que tenemos miedo de asumirlo.

sábado, 12 de febrero de 2011

El día del amor

El día del amor, (como en una u otra forma lo son también el día de las madres y el día del padre)  es una estrategia de mercadeo creada por las transnacionales, para aprovechar un delirio consumista soportado en el derroche de serotonina que padecen algunos individuos, en aras de salir de un stock de tarjetas cursis, chocolates en forma de corazón y ositos blancos de peluche, principalmente sobre las bases de la monogamia, una figura artificial de interrelación impuesta desde las cúpulas de poder con el fin de ejercer control demográfico y lograr, finalmente, un orden jurídico y social sobre el placer.

Esta posición, la considero estúpida, escasa de reflexión y bastante MISERABLE (pues no es otra sino la avaricia el pecado que impulsa y anima las almas de quienes odian el día del amor).

A mí si me gusta el día de los enamorados.

Que no te gusta por que el amor debería de celebrarse todos los días? bueno, te invito a que TODOS, absolutamente todos los jodidos días, esos en los que tienes la regla y no te puedes ni parar a atender el telefono, esos días en los que tienes que estudiar como un bestia porque al otro día tienes parcial, aquellos en los que estás de inventario o de cierre en el trabajo, o los pocos en los que andas enratonado hasta las metras: HAGAS ALGO ESPECIAL POR ESA PERSONITA que se ha conformado contigo, tod@ lleno de defectos (que sabes que los tienes), que realmente no eres tan atractiv@ como para hacernos sentir en la obligatoriedad de perpetuar tu carga genética, que bueno, no eres ni siquiera tan chistos@ y aguantarte es un trabajo 24/7 al que tu mamá renunció hace rato, A ti mismit@ te invito a que todos los días le digas a ese o esa que te acompaña un: Te amo, sincero.

A que todos los días intentes que él o ella sea más feliz sin socavar tu propia felicidad. TE RETO.

Que es un día para el consumismo? bueno, entonces haz los putos chocolates tu mism@, en youtube hay miles y miles de tutoriales sobre cómo hacer bombones en casa, haz un peluche, haz un collage y mándale una tarjetita, si para ti esa persona no se merece ni una tarjetita, qué cuernos haces perdiendo tú precioso tiempo con ESA cosa? pero aún, por qué le haces perder el tiempo contigo?

Coño, uno se empata, se enrolla, se malempata, siente un cable pelado, tiene un juju, uno zampa porque uno es joven (así sea de corazón) y uno es joven para hacer estupideces, estupideces deliciosas como enamorarse a cada rato (así sea de mentiritas), para comprar globos en forma de corazoncitos, para hornear galletas en forma de corazoncitos, para hacer cualquier vaina en forma de corazoncitos, uno es joven para ponerse de dopamina y serotonina hasta los tuétanos, glasear con ello una dona y comérsela.

Si quieres ser una persona realmente anti status quo, no odies el día del amor, enamórate, cásate y no te divorcies, eso, hoy día, sí que es antisistema.

Pd. Para l@s interesad@s, abstenerse de regalar chocolates, a menos que sean de dieta. Se aceptan peluches, globos no porque ocupan mucho espacio. Sí el plan requiere de un tiempo considerable lo dejaremos para el fin de semana porque probablemente ese día andaré full. Si se requiere de mi parte algún tipo de arreglo en especial, cero espontaneidad con eso, no disfruto de la playa si no me he acicalado más que un babuino. Finalmente, se les agradece la creatividad.

Felíz día del amor a tod@s
                                      

jueves, 3 de febrero de 2011

Para siempre

Siendo la efigie a la inmadurez que soy, no puedo entender porqué la gente renuncia al frenesí. No puedo entender porqué un buen día vas y te conformas con que la persona que duerme a tu lado, porque mmmm no está mal, tampoco está bien, pero está y puede estarlo infinitamente, para siempre.

Para siempre es demasiado tiempo.

Antes que estar segura de muchas cosas, preferiría estar enamorada y ya.  Así, para siempre me parecería un tris.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Bailoterapia

A mi los miércoles me da bailoterapia un gordo. Y ustedes dirán que un gordo siendo profesor de bailoterapia es casi un chiste, pero no. A parte de ser un bailarín muy efusivo que nunca se detiene, como muchos otros profesores sí hacen, este gordo huele divino. Suda un perfume que no logro atinar cual pueda ser, a qué diseñador afamado se le ocurrió la combinación que dio con ese preciso aroma tampoco lo sé,. Lo que sí se es que en cada paso eufórico de jala jala y bogaloo, a mí me dan ganas de preguntarle al gordo si sale con alguien.

Lo respiro desde lejos y pienso en aprovechar un "error" para tenerlo más cerca y, finalmente, decirle: gordo, tu y yo ¿no crees que hacemos linda pareja? tú con tus manotas bien cuidadas, yo con mi cara de primera actriz, no nos veríamos chéveres comiéndonos un helado por ahí? y pum,  una compañera de cardio torpe, zaz un giro inesperado, ahhhhhhhh, el mundo se torna lento cuando voy camino al suelo de parquet pulido, a punta de merengue bomba y zapatos nike.

Quien me detiene es justamente el gordo, el profe mejor dicho. Me lleva de la manito con mi patita torcida a la sala de máquinas y yo, entre queja y olisqueo, entre llorosa y contenta, recordando la propaganda que decía: al gordo me lo dejan a mi, me digo a mí misma: joder! pero  ¿si a ti ni siquiera te gustan los gordos?, Sin embargo, ese  estupor en el que me tiene este brujo del olfato, el grenouille del cha cha chá, es una treta injusta para una amante de los olores, como lo he sido desde que tengo memoria olfativa.

Muy delicadamente, debo decir, el gordo me conduce hacia la máquina en la que muchos hombres musculosos ejercitan sus abdominales durante el día. ¿Te duele?  no, ¿te duele? no, ¿te duele aquí? AYYYYYYYYYYY, suena mi grito pre orgásmico número 5 en una sala en la que se puede cortar la testosterona y los deseos homosexuales reprimidos, con un cuchillo.

Ya en la clase escuchan "baila mi rumba lambada" de Natusha, y las manos del gordo están en mi tobillo izquierdo fingiendo experticia en sanación. A la vez, mi nariz anda de cabo en período de reconocimiento, bajando las planicies de su cabeza, tomando su cuello en la cercanía para que el xénit de mi rostro se entretenga, i nariz parece ahora la de un roedor con hambre. Hacerlo mío, apropiarme de cada gota de sudor perfumado sin que nadie note el placer que siento. Mi cara se ladea, mis ojos se entrecierran y sobreviene una bocanada de, ¿ANDANTOL? Ésto te va a ayudar para que no se te inflame el tobillo, dijo.

Ya desprovisto de su encanto odorífero, eramos 2. Una mujer con el pie torcido y un instructor de baile, entradito en kilos, que me sobaba el pie. Ahi murió el amor entre el gordo y yo. Murió por una torcedura de pie que me hizo verle sin olores de por medio.

lunes, 31 de enero de 2011

Ansiedad

Si la imaginara como una persona, no sería un monstruo colosal, sería más bien una niña con dedos larguísimos y fríos, con sus dientes perlados expuestos y preparada para divertirse. Juega en la certidumbre de que tus abuelos morirán, de que tus amigos te olvidarán, de que el amor pasará, y el descubrimiento de que, sorpresivamente,no eres tan talentoso, ni tan especial.

Se espanta con los crucifijos como la sayona, y retorna fortalecida probándote que Dios no existe, que el mundo mismo permanece aunque tu te termines, y que no eras indispensable.

Su acto empieza como una corriente de aire frío que sube del estómago al pecho y se queda helándote las intenciones. Toda esa sensación termina por asir tus pulmones y el aire empieza a volverse espeso. Respiras cada vez más rápido pero ese aire no baja, más bien sube y tu cerebro se entrecorta.

La cabeza empieza a dolerte y los ojos se confunden, todo lo ven más cerca, las expectativas cambian, no hay ventanas, no hay salidas, no hay amigos.

Vuelta de nuevo una niña que suda frío te tumbas al suelo. Sobreviene la sensación de que vas a morir, de que pronto sucederá algo horrendo y no hay nada que puedas hacer para evitarlo.

Finalmente sentada en el piso, la mayor de las veces llorando, todo pasa y vuelvo a subir al metro, a escribir o a la reunión de la que escapé.

martes, 25 de enero de 2011

Lo que me gusta de ti

No voy a empezar con una canción esta vez. Para variar iré directamente al grano y te diré que te quiero con los ojos honestos, no importa el color.

Que quiero bailar contigo incluso sin que haya música a nuestro al rededor, o mejor aún, aunque no sea un sitio apropiado para bailar, quiero que bailes conmigo.

Tengo que comentarte que espero de ti muchas propuestas, no todas decorosas. Que espero besarte todas las mañanas, o mejor aún, que me beses tú a mi.

Me veo en la necesidad de confesarte que no espero seas perfecto, te odiaría si lo fueras. Quiero aprender a amarte imperfecto como eres, y mejor aún, que me ames de la misma forma.

Deseo seas uno de esos bichos raros que se enamora del amor, de un buen libro, de una idea y que aunque le tema a lo que piensen los demás, sientas verdadero terror al pensar en traicionar tus propias convicciones.

Quiero que mates insectos si fuera necesario, pero que seas incapaz de pegarle a un niño.

Pactaré con que veas el futball, el tennis, campeonatos de crochet si son los que más prefieres, siempre y cuando no olvides preguntarme: cómo te fue? y luego me escuches sinceramente.

Te imagino divirtiéndote con las palabras, con mi cabello y contigo mismo. Quiero que nos riamos juntos, mejor aún, que juntos aprendamos a ser felices.

Quiero antes de nada conocerte y echar andar una buena historia para el recuerdo, una llena de maletas, de fotos, de ansiedad y desasosiego, porque así quiero, a lo desesperado, como la loca que soy, y el loco que espero seas tú.

Prometo antes de tu llegada que aprenderé a callar cuando deba, a dejar de creer que el mundo es gris cuando no estés, que saldré de mi escondite y apagaré el interruptor de mis recuerdos. En fin, seré una fresa helada, un roce de labios que esperaste desde hace mucho, seré un gol de tu equipo, seré, en resumidas cuentas, mejor persona, para que nunca, ni siquiera por error, creas que sin mi estás mejor.

Sólo los vivos duelen

Piensa en mí cuando sufras, cuando llores
también piensa en mí,
cuando quieras
quitarme la vida, no la quiero para nada,
para nada me sirve sín tí.

Chavela Vargas


Hubo un momento en el que me dolías así. En el que no entendía qué habia pasado con las luces, y la palmera que se ve desde tu ventana. Pasaron días y días de tortura, de arreglo y de llanto. Por ti me convertí en lamentatriz, por mi me convertí en acosadora. Y aunque no has vuelto a decir: Hola!, y has descartado mi necesidad del final feliz, confío en que encontrarás muchas bellas más, y en que tu recuerdo morirá para siempre en un año nuevo que no fue.

Hubo épocas en las que otros me dolían así. Ya había publicado "Mudanza" implorando que sí, que ésta vez sería definitivo y ya no dejaría trastes ni me robaría cuadros ajenos, pero no, aunque fui cautelosa dejé que me dolieras, y peor aún, no logré dolerte.

Llega el día en el que no dueles porque no sabes doler, porque se requiere de más valor para entender qué y quién nos hiere que el que se necesita para permanecer en contención. Porque un grito mío expresa la frustración que oculta siempre tu lengua, y porque encontré el alivio que aún no has decidido buscar.

Me dolías porque era tuya y no te importaba.

sábado, 22 de enero de 2011

Del que no sabe nadar

Siempre es seguro quedarse en la superficie, sin arriesgarse a descubrir qué vive más allá.

Por miedo al agua nos perdimos de los corales, de contar las aristas de una estrella, de conocer la dinámica que entabla la sal con el agua para convertirse en mar o en lagrima. Por miedo a profundizar, tu monstruo y el mio dejaron de conocerse y de comprender que eran uno, porque siempre es más seguro esconderse bajo esa roca que es tu encierro, atándonos a la rutina del despedirnos, y a la falsa creencia de que sin nadar nos encontraremos

Te digo Amado, siempre es seguro quedarse en la superficie, pero no descubriremos que vivimos más allá.

sábado, 1 de enero de 2011

Un hobbie

Tengo que tener un hobbie, es una de las cosas que me arrastro del año pasado. Resulta ser que tengo el cortisol ( la llamada hormona del stress) alto. Como si no fuera suficiente con haberme graduado de una carrera que no sirve para absolutamente nada, vivir en un país en el que el presidente es Chávez, de ñapa me puedo caer muerta de un infarto por estressada.
Bien, puedo hacer pulseras, a mi el rollo de la bijouterie como que me relaja y me va bien.
Puedo hacer peluches, es más, puedo comprarme una máquina de coser y quién sabe, de repente lo mío no era la universidad sino la felpa.
Puedo hacer rompecabezas. Recuerdo que me gustaba mucho hacerlos en el Kynder ( porque se jugaban de a uno)
Puedo volver a mi vida de rockstar, aburrirme de caracas y de los tipos con los que salgo.
¡Puedo hacer nuevos amigos! (y a quién coño engaño, si a los que ya tengo ni siquiera los riego cada 15)
Dedicarme a mí. Resolver mi tiempo libre haciendo de mi una persona integralmente feliz (y la paz mundial)